jueves, 25 de abril de 2013

Siempre nos quedará el cielo estrellado


Como ustedes saben, cuando dos personas que se aman están separadas por la distancia por las razones que sea (no las enumero para no entristecer a nadie ni provocar una melancolía desenfrenada) suelen ponerse de acuerdo en "unirse" a través de la luna, mirándola al mismo tiempo, a la misma hora, cada uno desde su lugar en el mundo. Y a pesar de que el hombre ya pisó la luna, la magia de conectarse de esa manera consoladora y romántica no se ha perdido. Sin embargo, otros cuerpos celestes tienen lo suyo para dar, para disputarle a Selene el anhelo de los amantes de sentirse unidos a través de ellos. Para los que estén dispuestos a llevar esa magia más lejos y profundo, acá les presemto tres candidatos a ocupar ese puesto de internmediaria afectiva que tiene la luna desde la noche de los tiempos.


Sirio, la estrella-perro, su nombre en griego significa "la ardiente". Es la estrella más brillante del cielo vista desde la Tierra (por supuesto, excluyendo al Sol). Ubicada en la constelación Canis Majoris, su brillo aparente es -1,44 y dista 8,6 años luz. Está tan cerca del ecuador celeste que casi todo el mundo puede verla. Es citada en varios pasajes por escritores y poetas de la antigüedad. Así aparece en los versos de Alceo (siglo VII o VI a.C.):

"Enjuaga la garganta con vino, ahora que la estrella retorna nuevamente. La estación es difícil de soportar con el mundo sediento a causa del calor. En la copa del árbol, el grillo canta suavemente entre el follaje. La alcachofa estalla y las mujeres son más impúdicas, pero los hombres yacen débiles y encorvados porque Sirio quema sus cabezas y sus rodillas..."

Y Theogonis (siglo VI) escribe, muy cerca de lo anterior:

"Tontos e insensatos son los hombres que no beben vino cuando rige la estrella-perro..."


Las Pléyades, hijas de Atlas, fueron las más amadas entre las constelaciones. Según la leyenda, se las colocó en el cielo cuando, huyendo de Orión, se transformaron en una bandada de palomas. Las menciona Safo, en el siglo VII a.C, en uno de los más bellos poemas escritos sobre las estrellas:

"Ya se ha ido la luna
y acostado las Pléyades,
medianoche se acerca;
el tiempo pasa y pasa
y yo yazgo aún sola"


En la mitología griega Andrómeda era la mujer de Perseo y madre de siete hijos. Cuando murió, la diosa Atenea la situó entre las constelaciones del cielo del norte, que contiene la galaxia de Andrómeda, M31 en el catálogo de Messier. M31 es una galaxia espiral gigante. A pesar de estar a unos 2.500.000 de años luz de la Tierra, es (la única galaxia) visible a simple vista y el objeto celeste más lejano observable a ojo desnudo. Se ve como una forma ovalada difusa siempre muy baja en el horizonte.

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