El robo de identidad en Estados Unidos, a través de datos obtenidos principalmente metiendo mano en la basura, se ha incrementado en forma relativamente vertiginosa. En auxilio de la privacidad otra vez perdida acuden ahora las trituradoras de papel hogareñas.
Por José Alejandro Tropea
Ilustración: José Alejandro Tropea
Bienvenido a la máquina
Este es un mundo imperfecto, "No robarás" (el séptimo mandamiento) sigue fracasando. Desde hace siglos no acierta con el marketing. No ha sabido vender los beneficios de pertenecer a la clase de los hombres probos y honrados que respetan la propiedad del prójimo y, claro, inversamente aquellos productos y servicios que representan una protección contra el fracaso del mandamiento señalado se venden exitosamente: alarmas, rejas, perros con pocas pulgas, seguridad privada, monitoreo satelital. Y ahora, a esta legión de defensores de los bienes personales, se han incorporado las trituradoras de papel hogareñas (1).
El robo de identidad a través de datos obtenidos principalmente metiendo mano en la basura -inmersión en la basura es la denominación de este fraude-, se ha incrementado, en Estados Unidos, en forma relativamente vertiginosa. Ya llega a unos 380.000 por año (2) y ha hecho que mucha gente deje de confiar en el escaso poder de policía que es capaz de ejercer por sí solo aquel voluntarioso mandamiento en el corazón de los delincuentes, para dejar todo finalmente en manos de... la máquina.
Todo papel que contenga nombre, dirección, número de documento o cualquier otro dato que pueda servir para abrir cuentas bancarias, solicitar la emisión de tarjetas de crédito o realizar cualquier otra trapisonda económico financiera es presa codiciada por los amigos de lo ajeno. Esto ha llevado a la gente a una búsqueda casi obsesiva de formas de proteger su intimidad ante la agresividad del mundo exterior. Sin embargo, a pesar de esto, aquí es interesante prestar atención a como se ha polarizado el tema de la identidad en Estados Unidos entre lo público y lo privado, especialmente después del trágico 11-S. Mientras por un lado se recurre a la máquina para reducir a la nada la propia identidad, a un estado de total anonimato, por el otro se fabrican nuevas máquinas que permiten exprimir al máximo, a veces hasta el paroxismo, la intimidad de los individuos, para dejar a la vista, expuestos en carne viva, todos los datos que permitan una identificación total (edad, nombre, orientación sexual, nacionalidad, ideología política, tipo de fe o grado de ateísmo, grupo étnico, gustos personales, etc.).
Ahí están, avanzando sobre la privacidad y en nombre de una buena causa (pero de doble filo), Echelon, los nuevos sistemas de identificación de los aeropuertos, que utilizan para la tarea la forma de caminar de los pasajeros; el cruce de datos informáticos; las cámaras de vigilancia en las ciudades (3), comercios, estadios e instituciones; las huellas digitales; el reciente soft inglés para analizar la trayectoria de los pasajeros del metro y buscar identificarlos inmediatamente si son sospechosos por dar el mal paso, y sigue la parafernalia en el eterno tira y afloje entre privacidad y seguridad colectiva, entre los extremos del anonimato y del Gran Hermano (el original de "1984", no el émulo de los reality show).
El enemigo interior
Pero el problema es aún más complejo. La privacidad no solo está amenazada desde el exterior por villanos y gobiernos -que a veces son la misma cosa-, también desde "adentro" por las mismas potenciales víctimas, a pesar de que aspiran a la seguridad que otorga el anonimato.
Por una cuestión elemental de ganarse el pan (eventualmente con algo de sudor) o para satisfacer su ego -a veces compulsivamente- necesitan salir de la madriguera de ese anonimato para, en el peor de los casos, aparecer ante las cámaras, ser reconocidas masivamente o triunfar en los "Gran Hermano" (ahora sí televisivos) u otros reality show y entregar a los medios hasta el último resto de intimidad, saboteando así desde la retaguardia lo que la trituradora trata de hacer en el frente.
Podríamos llamar a esto "la paradoja de la fama", el mejor ejemplo es el caso del guardaespalda de la estrella: mientras el primero trata de mantener a la segunda a resguardo, esta busca la exposición pública. Una especie de "Kevin Costner versus Whitney Houston", en el que si gana la protegida, su triunfo, paradójicamente, puede ser su perdición, porque las relaciones costo-beneficio raramente se pueden violar. Traducido a nuestro caso, a mayor exposición pública menor seguridad personal y de los propios bienes. Y llegados a cierto punto, si ese costo se hace excesivamente alto, la víctima termina desplumada, secuestrada o peor aún, despachada al otro mundo (Lennon, Versace, etc.) o casi despachada (Juan Pablo II, Reagan, etc.).
Sea por una cosa o por otra, el hecho es que independientemente del mayor o menor anonimato que se tenga, la protección total para la privacidad no existe, es una utopía, un ideal inalcanzable. Esta falta de suficiente protección, agravada por las instituciones y autoridades de turno ha hecho que, entre otros servicios privados, se termine confiando excesivamente en la máquina, en la trituradora...
Desde el jardín
Pero esa excesiva confianza depositada en las trituradoras hogareñas podría llevar a su endiosamiento, y este, combinado con el igualmente intenso rechazo a la clase política tradicional y a ciertas prácticas indeseables de la misma ¿podría llevar a la gente a ver en la trituradora una especie de John Gardiner? (4). ¿Una especie de inesperado y nada convencional candidato a un alto puesto público, si no a presidente, tal vez a senador, secretario del tesoro o juez de la corte suprema?
Veamos, esta máquina, al evitar el robo de identidad, nos da seguridad -¡y sin que a cambio haya que deberle obediencia ni resignar ningún derecho a su favor, para satisfacción póstuma de Thomas Hobbes! (5)-. Pero también protege nuestra economía, nuestra cuenta bancaria, evitando la pérdida que representa el fraude. En fin, esta máquina habla poco y hace mucho -de aquello que se le pide-. En realidad no habla nada, pero con su silencio, mientras tritura papel, podría ganar más de un debate político, considerando las barrabasadas intelectuales y las fantasías demagógicas que los candidatos de carne y hueso son capaces de decir en pocos segundos frente a las cámaras. Menos oratoria y más acción. Ni siquiera es corrompible y su gestión es transparente. Los resultados son inmediatos y están a la vista. Cualquiera puede auditarlos, su idoneidad es indiscutible y viene garantizada de fábrica vía contrato comercial, que a diferencia del contrato social, es mucho más probable que se cumpla, siempre. Sin embargo, este endiosamiento puede resultar contraproducente... una máquina es una máquina, es tecnología, es moral y éticamente neutral. La trituradora ha sido fabricadas para cumplir un noble servicio, pero de ahí a perder el control de la misma o a su mal uso, hay un paso.
Un evasor fiscal o alguien que fantasea desbocado con su balance "a la Enron" hacen uso intensivo de la maquinita. ¿y que hubiera pasado si Kafka hubiera tenido una trituradora semejante allá en su cuarto de Praga? ¿donde hubieran ido a parar esos valiosos manuscritos rescatados por manos sensibles y visionarias?
Pero esto no es todo, esta la cuestión de los efectos secundarios. Los aerosoles agujerean la capa de ozono, la energía nuclear contamina, el papel nos deja sin árboles ¿y las aparentemente inofensivas trituradoras hogareñas? Usted dirá que está todo bien, que reciben papel y entregan papel, que nada se pierde y a lo sumo todo se transforma sin ser nocivo para nadie. El problema es que aquí no solo se trata de la materia y sus cambios: está en juego la información en el sentido más general. Toda la información que recibe la máquina se pierde, se convierte en un conjunto uniforme de papel picado carente de significado. Aquí usted dirá "sigue todo bien, no hay consecuencias para el medio ambiente ni para nosotros". Pero ¿y si el árbol nos está impidiendo ver el bosque? o en este caso ¿y si la trituradora nos está impidiendo ver el Universo?
Ver para creer
No sabemos con absoluta certeza si la expansión del Universo continuará indefinidamente o si se detendrá por completo para comenzar la contracción del mismo hasta volver al singular punto inicial, explotar otra vez y volver a expandirse, contraerse, explotar, contraerse, explotar y así eternamente (esto sucedería si la densidad del universo fuera mayor que cierto valor crítico (6)).
Pero si fuera así ¿que quedaría de todo esto después de la próxima explosión, del próximo big bang? Nada, absolutamente nada, ni siquiera el espacio y el tiempo. En el proceso de contracción se habrá destruido todo: galaxias, planetas, civilizaciones... No quedaría información de nada. Nada que pudiera identificar este latido del Universo podría sobrevivir a la gran contracción que, acertadamente, ha sido bautizada como "big crunch". Y las trituradoras hogareñas, destruyendo información, estarían contribuyendo de manera cómplice a ese final.
El Universo, entonces, no sería ni más ni menos que una gran trituradora de sí mismo, que se "recibe" a sí mismo, diferenciado, identificable y variopinto y se "entrega", también a sí mismo, como algo infinitamente más uniforme todavía que el papel picado de la metáfora. Si hasta la mismísima Unión Soviética llegó a oponerse en cierto momento y desde su marxismo a esta posibilidad tan abismal como extrema. Era demasiado para su visión evolutiva y prefería, desde su filosofía marxista, descartar lo que se postulaba tan crudamente desde la ciencia oficial.
Atrapada sin salida
Ajena completamente a estas especulaciones, disquisiciones y conjeturas la señora Z (este, como comprenderán, no es el lugar más adecuado para revelar su identidad), ex-profesora de física y ferviente creyente que reside en el estado de Arizona, tuvo una distracción fatal. Al usar su flamante trituradora, en lugar de destruir su agenda del año anterior, confundió los lomos y lo que hizo fue triturar su biblia de cabecera. Cuando lo supo ya era tarde, la máquina, servicial pero implacable, había reducido su libro sagrado, desde el génesis hasta el apocalipsis, a un puñado de papel picado carente de todo significado. Esto fue fatal para su equilibrio mental. El centro de gravedad de su cordura se quedó sin base de sustentación y fue internada de urgencia en un siquiátrico, donde ahora pasa sus tristes días encerrada con el papel picado de su amada ex biblia.
Actualmente está tratando de reparar el daño que se infligió a sí misma, separando, según sus propias palabras, "la luz de la oscuridad, los cielos de la tierra..." Y calcula que en menos de siete días podrá "recrear a Adan y Eva". Pero no tiene planeado detenerse ahí. Desde su insania afirma que si dentro de 200.000 millones de años, el día del colapso final del Universo -para ella ya es un hecho que la densidad es mayor que el valor crítico-, en el último instante posible, al borde mismo de la singularidad final (7) cuando el tiempo esté casi extinguido (8), si no logra colocar en su lugar la última partícula de papel picado, correspondiente al último caracter del Apocalipsis según San Juan, las fuerzas del mal habrán triunfado.
Ninguna información, rastro, pista, libro de contabilidad paralela, cuerpo del delito o pecado, aunque este sea capital, podrá atravesar la singularidad y sobrevivir en el próximo Universo. Y sin pruebas -siempre según la delirante señora Z-, no habrá ni Apocalipsis, ni Juicio Final, ni muertos que se levanten para recibir un justo premio o una merecida condena.
Desde su insania la señora Z considera que lo sucedido con su trituradora no fue azar sino destino, no fue accidente sino señal. Está convencida de que ha sido elegida y que su fe y su fortaleza espiritual están siendo puestas a prueba en esta misteriosa batalla contra el tiempo.
Testigos mudos de esta lucha interior son los médicos que la atienden. En las noches la escuchan terminar sus rezos con estas palabras: "...y no nos dejes caer en la tentación de la singularidad" (9). O mortificarse por la duda preguntándose angustiada y en voz alta "sin Apocalipsis ¿está todo permitido?" (10).
Miemtras tanto, del otro lado de las rejas de la clínica el séptimo mandamiento continúa, impotente, con su serie de fracasos. El mundo sigue sumergido en una batalla real y constante -más mundana que mística-, en el universo de la información, donde los villanos tratan de obtener datos acerca de los buenos y los buenos acerca de los villanos. Tratando cada uno de impedir que el otro tenga éxito en su intento. Y en el fragor de esta guerra, como siempre, los proveedores de los medios de ataque y defensa están de parabienes (11). Por ejemplo los vendedores norteamericanos de trituradoras hogareñas.
REFERENCIAS
1 - Para mayor información puede consultarse la nota "Trituradoras de papel hogareñas para proteger la identidad" de Simon London, en el diario El Cronista Comercial, suplemento Financial Times, del jueves 7 de agosto de 2003.
2 - De acuerdo a las cifras de la Comisión del Comercio estadounidense los casos por robo de identidad casi se duplicó en 2002 en Estados Unidos.
3 - Se ha extendido a ciudades de Israel, Inglaterra (Londres), Estados Unidos (Chicago), etc.
4 - John Gardiner, personaje de la novela "Desde el jardín" de Jerzy Kosinsky. Se trata de un jardinero desprovisto casi totalmente de capacidad intelectual, que por una serie de situaciones combinadas llega a presidente de los Estados Unidos.
5 - Para salvar el estado de naturaleza, Hobbes, en el Leviatán considera que las personas deben ceder derechos al Estado (el Leviatán) a cambio de obtener seguridad y protección.
6 - No se ha podido establecer todavía si el valor de la densidad del Universo es menor, igual o mayor que la densidad crítica. Si fuera mayor que esta en algun momento cesaría la expansión y se iniciaría un proceso inverso de contracción, hasta alcanzar las condiciones iniciales (Big Crunch).
7 - En la teoría del Big Bang (la Gran Explosión con la que se inicio la expansión del tiempo y el espacio) no es posible con los conocimientos actuales describir que sucedió en el instante cero, al cual se lo denomina singularidad. Por analogía se conjetura aquí una nueva singularidad final para el caso de haber un Big Crunch.
8 - En el libro del Apocalipsis 10-6 dice San Juan: "...Y juró por el que vive para siempre jamás, que ha creado el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en el, que el tiempo no será más".
9 - Parafraseando el original del ritual católico "...más no nos dejes caer en la tentación".
10 - Parafraseando "Si Dios no existe, todo está permitido", palabras de Kirilov, uno de los personajes de Los Demonios, la novela de Dostoievski.
11 - Entre 1998 y 2002 la facturación anual por la venta de trituradoras hogareñas se elevó de 200 a 500 millones de dólares. En 2003 creció hasta un 30%.
Copyright © 2005 José Alejandro Tropea
No hay comentarios :
Publicar un comentario