La frase, la idea, el consejo o la enseñanza -se lo puedo tomar de cualquiera de esas maneras o de todas-, tan aparentemente obvia como asombrosamente pocas veces seguida, está contenida en el capítulo 2,
"Librando la guerra", del extraordinario tratado
"El arte de la guerra" de Sun Tzu.
Es muy dificil que uno no saque rápido de contexto el consejo para llevarlo a otras cuestiones más mundanas y "pacíficas", a otras luchas. Al comercio y la política por ejemplo, y más difícil aún no llevarlo a lo personal, a la lucha por ser el mejor en el deporte, en el arte, en la profesión que sea. Y en el plano afectivo, a la lucha que se nos plantea cuando queremos conquistar un amor, o reconquistarlo... o recuperarlo.
Sin ir más lejos que este blog, y aunque parezca un ejemplo trivial, Henrietta y Sirio, esos nuevos personajes de Ciencia descarriada son un ejemplo. Debieron calcular el costo de fugarse, el costo de la libertad en este caso y enfrentar, dos veces, el resultado de ese cálculo: perder un ojo o algo peor en el intento. Lo que se dice un riesgo calculado. O a la inversa, está el costo de perder la libertad por sostener las propias convicciones, como fue el caso de Nelson Mandela.
¿Y por la ciencia cómo andamos? El momento en que un científico decide iniciar una investigacón para alcanzar un objetivo de descubrimiento es un momento de cálculo de costos y decisión trascendental para su carrera y su vida que tal vez nosotros, lejos de ese mundo paralelo pero real, nunca imaginamos. Para nosotros el tiempo que llevó llegar a la relatividad general, el electrón, la penicilina, la doble hélice del ADN, las órbitas planetarias elípticas, los compuestos monoclonales, el bosón de Higgs, etc. es apenas el breve tiempo que nos llevó conocer leer eso en algún libro de historia de la ciencia, en alguna película o historieta, en alguna brevísima biografía de diccionario o enciclopedia, de papel o en línea, desprovista en general de detalles de la vida y sufrimientos personales.
Pero los costos para un científico, de la decisión de embarcarse en una azarosa lucha por el conocimiento, son muchos y eventualmente altísimos. Porque tal vez se embarquen en un trabajo que puede llevar años o décadas según el caso. La investigación se puede volver absorbente, obsesiva, esclavizante. Entre los costos eventuales, o no tan eventuales, están: poco tiempo para la familia, deterioro de la salud, lucha por los sueldos y presupuestos, lucha con las jerarquías superiores, a veces ocupadas por gente autoritaria, no idónea, etc. Lucha contra la desigualdad de género. Lucha contra la incomprensión, la burla y la indiferenca de la sociedad, cuando el conocimiento, por genial o revolucionario, se adelanta demasiado a su tiempo. Lucha contra las seudociencias. Lucha contra las persecuciones religiosas o de intereses creados. Lucha contra el prejuicio (entre otros similares) "Inversión en investigación básica=dinero tirado". Lucha por publicar papers desde países "periféricos". Lucha por recursos y tiempo para mantenerse actualizado a través de cursos y asistencia a congresos. Lucha contra uno mismo, para no bajar los brazos. Y así sigue una larga y penosa lista.
A esta altura se puede decir que si hay alguien que conoce y practica a fondo la enseñanza o consejo de Sun Tzu sin haberlo leído, esos son los científicos, además de Henrietta y Sirio.
Excelente entrada, Alejandro. ¡¡¡Larga Vida a los Científicos!!!! :)
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