Manuscrito iluminado del siglo XIV de la traducción de los Elementos de Euclides atribuida a Adelardo de Bath. ¿Notaron el detalle en la escena? Es una mujer la que les enseña la geometría a los hombres.
Por José Alejandro Tropea
¿Qué serías capaz de hacer por amor a la ciencia? ¿Arriesgarías tu pellejo dejando la tierra que te vio nacer para marchar a otra tierra ignota, lejana e invadida, donde los invasores no verían con buenos ojos que aproveches el conocimiento conquistado por ellos? Si no te da para tanto podés sublimar la falta de aventuras poniéndote una remera de Indiana Jones y leyendo esta breve historia.
El almanaque nos dice que la acción transcurre, años más años menos, alrededor del 1100. La supernova del Cangrejo, visible en 1054, ya quedó atrás; el cometa Halley y la decisiva batalla de Hastings (1066) también pasaron. La ciencia mahometana en Oriente está en decadencia, pero se ha empezado a desarrollar con nueva fuerza en Occidente. La primera ola llega a dos ciudades de España: Córdoba y Toledo. En Córdoba, en el año 970, salvando las distancias, se reproduce en miniatura el fenómeno de Alejandría: bajo la iniciativa de dos califas, Abderramán III y Alhakem II se funda una academia y una biblioteca. El interés por el conocimiento y las ideas árabes se expande por la Europa occidental. Herman el manco (1013-1054) del monasterio de Reichenau en Suiza, escribe libros de matemática y astrología donde la influencia árabe se hace notar.
Aparece en escena el amigo Adelardo de Bath (1090-1150)
No era fácil adquirir conocimientos en esos años áridos y escasos de fuentes de datos; olvidate de la imprenta, internet y la televisión por cable, apenas si había manuscritos iluminados y palimpsestos religiosos, que por la falta de soporte físico en blanco, arrasaban con los contenidos de originales, venidos algunos de Alejandría y de autores como Arquímedes. Para no mencionar que mucha de la información ya comenzaba a guardarse celosamente para unos pocos con estrictas reglas de acceso, que adelantaban en tres siglos la oscura atmósfera de "El nombre de la rosa" (1327). Pero el inglés Bath, con tal de saber lo que quería saber, estaba dispuesto a todo, y sin vacilar, o tal vez después de una previa con whisky escocés en algún hospitalario pub de la campiña británica, tomó valor, se decidió y se mandó. Cruzó al continente para recalar en España...
Un luminoso día del año mil cien y pico, en los claustros árabes de Córdoba, donde los alumnos que asistían a clases eran excluyentemente árabes, nos encontramos con un nuevo estudiante. Si no lo observamos de cerca no podemos identificarlo fácil, así que nos acercamos discretamente, lo miramos con detenimiento y descubrimos que se trata de Adelardo encubierto, disfrazado de mahometano. La audacia rindió sus frutos, para empezar escribió "Cuestiones naturales", un compendio de ciencia árabe.
A nuestro pionero le siguió otro inglés, Robert de Chester (1110-1160), que circulando por la banquina de la ciencia acercó a occidente la alquimia árabe. Otro inglés, John de Hollywood (c. 1195- c. 1256), más conocido como Sacrobosco, nacido en Yorkshire, que llegó a profesor de astronomía y matemáticas en la Universidad de París, escribió una "Astronomía", obra que a pesar de ser solo una traducción de autores árabes no la pasó nada mal, alcanzó para convertirse en libro de texto modelo por un tiempo bastante razonable para la época.
Las traducciones vienen marchando
Mientras tanto Adelardo sigue adelante con sus planes. Durante su permanencia en Córdoba, en medio del torrente de traducciones de clásicos que se venían haciendo, consiguió una copia de los "Elementos" de Euclides en árabe y lo tradujo, convirtiéndolo en la base de todas las ediciones europeas de ese libro hasta que fue hallado el texto original griego en 1533.
No se trata solo de ingleses. Domingo Gonzalez de Toledo tradujo obras de Aristóteles al latín. Juan de Sevilla thizo eso mismo con escritos astronómicos y astrológicos de Albatani, Alkirismi, Alfarabi, Alkindi y otros. Gerardo de Cremona aprendió el árabe residiendo en Toledo y tradujo más de noventa obras completas del árabe al latín, incluido el difícil de descartar "Almagesto" de Tolomeo, los "Elementos" de Euclides y obras de Apolonio (el señor de las cónicas), Arquímedes, Albatani, Alfarabi, Geber .y Alhacén.
Y lejos, muy lejos de España, en la India, Baskhara, que nació en 1114, escribe una astronomía que contiene la primera explicación que se conoce de los métodos actuales de la aritmética para adición, sustracción, multiplicación y división.
Abelardo no se rinde y vuelve a la carga, nada menos que con los números arábigos
A ver, la historia fue así: Los árabes tomaron de la India el sistema de numeración ahora llamado arábigo trransmitiéndolo a Occidente y Adelardo lo tomó de los árabes y lo dio a conocer cuando tradujo al latín la "Aritmética" de Alkirismi. Pero no terminó ahí la historia, sino hasta que Leonardo de Pisa (c. 1170-1250), más archiconocido como Fibonacci, el hombre detrás de la sucesión que lleva a la razón áurea, en su libro "Algebra et Almuchabala", o "Liber Abaci", lo recomendó como más conveniente que el sistema romano, haciendo que esta historia tenga final feliz para Occidente y los números romanos queden para indicar los siglos, la hora en los relojes y el año en el copyright de las películas de Hollywood.
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