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martes, 23 de octubre de 2012
Enrico Fermi, el travieso
Roma, 1915. Enrico Fermi, de 14 años y su hermano Giulio de 15 eran considerados niños, o ya adolescentes, prodigios. Diseñaban y construían motores eléctricos que funcionaban y además dibujaban planos para motores de aviones. Pero en ese año repentinamente Giulio murió. La muerte de su querido e inseparable hermano y compañero fue un golpe tremendo para Enrico. Hasta cierto punto esa tragedia inició un nuevo destino para él. Nunca había sido un buen estudiante. Pero entonces, como le suele pasar a más de uno en este mundo, fue volcarse intensamente a sus pasiones, la física y la matemática, la forma de llenar el enorme vacío que representó en su vida la pérdida de Giulio. Comenzó a estudiar más por placer que por obligación escolar. Los libros podrían haber sido un problema, su familia no tenía recursos económicos, pero todos los miércoles se instalaba una feria cerca de su casa, en la que podía comprar libros usados mucho más baratos. Y encontró lo que necesitaba.
¿Otra intervención del destino? Lo dejo a gusto de cada uno. Antes de finalizar la escuela secundaria, sus conocimientos eran ya de un nivel tal que se ganó el interés de un amigo de su padre, que tenía algunos conocimientos matemáticos y que reconoció una capacidad similar en Enrico. El hombre, para gastarle bromas, le planteaba problemas que ni el podía resolver, pero Fermi los resolvía todos. "Suficiente", parece que se dijo así mismo el bromista, que entonces se tomó muy en serio las capacidades del muchacho y lo convenció de que solicitara inmediatamente una beca en la Reale Scuola Normale Superiore de Pisa.
Pisa, 1918. Enrico aprobó sin problemas todos los exámenes requeridos por la Reale Scuola Normale y en el otoño ingresó a la misma. Uno de quienes habían sido sus examinadores en las pruebas de ingreso le dijo que el escrito que había presentado sobre la vibración de cuerdas lo revelaba como dueño de una mente excepcional. El genio estaba despertando. Sin embargo, no dejaba de participar activamente en los distintos aspectos de la vida estudiantil.
Enrico dejaba atrás una familia todavía sumida en el dolor por la muerte de su hermano, para comenzar cuatro años que serían felices, con nuevos amigos en un ambiente totalmente nuevo para él. Pisa era una pequeña ciudad universitaria, con una tradición de vida estudiantil tan alegre como seria, que se remontaba a la Edad Media. Allí había estudiado nada menos que Galileo, en la época en la que realizaba sus archiconocidos experimentos sobre la velocidad de la caída de los cuerpos, haciendo célebre a la torre de la ciudad por algo más que por su inclinación.
Enrico alternaba diversión y estudio y no pasó mucho tiempo para que se uniera a la Sociedad "Antivecinal", que tenía como objetivo principal molestar, sí, molestar a la gente, a todos, sin excepciones, incluyendo a sus propios miembros. Como el resto de integrantes de esa sociedad, se divertía colocando recipientes con agua sobre las puertas para que se derramara sobre el primero que entrara. Eso no era todo, también hacía estallar bombas de mal olor en las aulas donde se dictaban conferencias.
En las tardes de otoño y primavera hacía excursiones que duraban todo el día a los Apeninos. Fermi tenía piernas cortas y una gruesa contextura, pero igual se las arreglaba para trepar rápidamente las laderas de las montañas a la par de sus compañeros de estudio. Después de jornadas como esa, hasta el bacalao, que debido a la escasez de alimentos posterior a la primera guerra mundial era parte principal de la dieta, resultaba apetitoso.
Pero también había que estudiar. Y en los duros meses del invierno, el palacio del siglo XVI, que era el dormitorio en el cual estudiaba, estaba tan desprovisto de calefacción como lo había estado el de su casa en Roma. En este caso, en esa habitación fría y casi vacía, parecida a una celda, al menos se le suministraba un scaldino, un brasero de barro con carbones humeantes y ceniza, que puesto sobre sus rodillas le mantenía las manos y el estómago calientes. En Roma, a falta de algo así, se sentaba sobre sus manos y había aprendido a pasar las páginas del libro con la lengua.
Antes de terminar sus cuatro años de estudios en Pisa, su capacidad para la física se había hecho tan conocida que el profesor de esa materia le pidió que le enseñara algunas nociones de física teórica. Fermi entonces preparó para su profesor un curso de lecciones sobre la Teoría de la Relatividad de Einstein. Finalmente, su tesis de graduación fue un informe sobre algunos experimentos que ya había realizado con rayos X. Para los exámenes orales expuso sobre ese mismo tema.
Pisa, 1922. A pesar de que se le concedió el doctorado en física magna cum laude (con grandes honores), ninguno de sus once examinadores le estrechó la mano ni lo felicitó. Incluso varios de ellos, aunque los orales se hacían en público, bostezaban para mostrar su desinterés y aburrimiento, mientras otros arqueaban las cejas asombrados.
A pocos días de haber regresado a su hogar en Roma, el ejército fascista, bajo las órdenes de Mussolini, tomó el control total de de esa ciudad. La vida universitaria continuó como siempre, pero la física, la investigación, estaba estancada. En cambio en Alemania y Suiza, Einstein ya había desarrollado su Teoría de la relatividad y había recibido el premio Nobel de Física por sus trabajos sobre el efecto fotoeléctrico. Y en ese 1922, año de su graduación, Niels Bohr había recibido el mismo premio por sus trabajos teóricos sobre la estructura del átomo como un pequeño sistema solar, con electrones en órbita alrededor del núcleo. Esta era la clase de física a la que Fermi quería dedicarse... y en la búsqueda de ese objetivo, que ya sabemos que fue alcanzado, en el camino, se encontraría con Laura... pero eso es historia para una próxima entrega.
Fuente principal: Sabios contemporáneos, de Edna Yost (1889-1971).
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Un gran artículo, Alejandro.
ResponderEliminarGracias Dani. Eso alienta a publicar más historias como esta. Si nada lo impide, contra viento y marea, vendrán otras.
EliminarExcelente. Gracias por iluminarnos el conocimiento con estas entradas tan interesantes. De verdad que deberías buscar una manera de "serializar" caricaturas y artículos como éste, para que aparezcan en alguna publicación científica.
ResponderEliminarUn gusto que te guste Juan Carlos. Esto recién empieza. Es parte de un gran cambio en el blog (que abarca el humor científico) que debo explicar en detalle en alguna entrada, así que ya veremos qué se hace con eso de la serialización. Gracias por tu comentario.
EliminarCaray, es interesante como pueden darse las cosas, de no ser por un suceso trágico la vida de este personaje habría sido otra. Interesante mi estimado Alejandro :-O
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