Hacia el 1080, el astrónomo árabe Arzaquel de Toledo, España, superando la audacia del heliocentrismo de Aristarco de Samos (c. 310 a. C.-c. 230 a. C.), se adelantó 500 años a Copérnico y Kepler afirmando no solo que los planetas se movían alrededor del Sol sino que lo hacían en elipses. Y como ya había sucedido con el astrónomo alejandrino 1.300 años antes, nadie consideró esa tremendamente audaz y avanzada hipótesis, que ya no solo se oponía tanto al Almagesto, sino que reemplazaba los sagrados círculos aristotélicos dell intrincado sistema de deferentes y epiciclos del sistema geocéntrico de Tolomeo.
Y acá, a propósito de eso, hay que hacer una aclaración. En las distintas versiones y/o biografías que existen sobre Arzaquel no se advierte sobre el hecho de que al hablar de elipses lo hizo sin descartar el modelo de deferentes y epiciclos. Por eso cuando proponía elipses no se refería a la trayectoria directa de los planetas sino a la deferente de cada uno. Esto es, para Arzaquel el planeta seguía girando en forma circular en torno a un punto ideal que a su vez era el que se movía en una elpise alrededor del Sol.
Un siglo después,, prolongando la audaz visión de Arzaquel, el astrónomo al-Bitrugi de Sevilla (Alpetragius en latín) propuso reemplazar ese complejo sistema de deferentes y epiciclos de Tolomeo por círculos concéntricos. Michael el escocés (hacia 1175-1235) tradujo el libro de al- Bitrugi al inglés, lo que siginificó el primer desafío en Europa occidental a la astronomía tolemaica.
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